Hoy voy a tratar un tema que lleva tiempo en mi sección de borradores, porque cada vez que abro fuentes y noticias, cada vez que leo otros blogs, otras opiniones, otras informaciones, se me cae el mundo. Es muy duro tener que enfrentarse a una realidad tan dolorosa, de la que apenas hay información fuera del morbo mediático y que siempre está rodeada de comentarios ajenos que intentan quitarle hierro o, en el peor de los casos, justificar algo tan injustificable como la violencia, de género, en este caso.
Poniéndonos en contexto, la violencia de género se define como:
El tipo de violencia física o psicológica ejercida contra cualquier persona sobre la base de su sexo o género, que impacta de manera negativa su identidad y bienestar social, físico o psicológico.
De acuerdo a Naciones Unidas, el término es utilizado para distinguir la violencia común de aquella que se dirige a individuos o grupos sobre la base de su género. Es un problema que puede incluir asaltos o violaciones sexuales, prostitución forzada, explotación laboral, el aborto selectivo por sexo, violencia física y sexual contra prostitutas, infanticidio femenino, castración parcial o total, ablación de clítoris, tráfico de personas, violaciones sexuales durante período de guerra, patrones de acoso u hostigamiento en organizaciones masculinas, ataques homofóbicos hacia personas o grupos de homosexuales, bisexuales y transgéneros, entre otros.
Siendo esta la interpretación general a la que muchos acudimos al pensar en "violencia de género", en España, queda definida en la Ley Orgánica 1/2004, de 28 de diciembre, como:
Aquella que, como manifestación de la discriminación, la situación de desigualdad y las relaciones de poder de los hombres sobre las mujeres, se ejerce sobre éstas por parte de quienes sean o hayan sido sus cónyuges o de quienes estén o hayan estado ligados a ellas por relaciones similares de afectividad, aun sin convivencia, comprendiendo todo acto de violencia física y psicológica, incluidas las agresiones a la libertad sexual, las amenazas, las coacciones o la privación arbitraria de libertad.
Lo que, dicho en lenguaje más coloquial, viene a significar que, legalmente, la violencia de género se entiende como aquella que reciben las mujeres por parte de su/s pareja/s.
Independientemente de los sentimientos que cada cual tenga al respecto de dicha ley, es cierto que esta nomenclatura ha causado multitud de confusiones desde su implantación, pues esta última definición entra en conflicto con la primera, teniendo siempre que establecer la separación entre violencia de género "conceptual" y violencia de género "legal" al mantener cualquier tipo de debate al respecto. No pretendo aquí entrar en un debate sobre cómo mejorar la nomenclatura legal, si no meramente informar al respecto, para que no pille a nadie por sorpresa.
Para muestra de dicha confusión, un caso moderadamente reciente: Desde el gobierno se precisa que la violencia contra las prostitutas "no es violencia de género". Y efectivamente, desde el punto de vista legal, estos casos de violencia contra la mujer no entrarían en los cómputos de "violencia de género", puesto que los agresores no mantienen ninguna relación de afectividad conyugal con las víctimas. Sin embargo, sí que se consideraría violencia de género en términos de que se trata de violencia hacia las mujeres que ejercen la prostitución.
Así, en la batalla de la violencia, uno de los asuntos más debatidos no es otro que el menos relacionado con dicha violencia, la nomenclatura: que si "violencia de género", que si "violencia machista", que si "violencia doméstica"... y acabamos olvidando lo que realmente es importante, que es la existencia de un problema estructural de violencia hacia la mujer por el mero hecho de ser mujer, especialmente por parte de aquellos que consideran tener poder sobre ellas.
Pero, exactamente, ¿qué comprende la violencia de género? Porque estamos muy acostumbrados, hecho horrible, por cierto, a que cada pocos días aparezcan noticias sobre la muerte de alguna mujer a manos de su marido o de su pareja, pero muy pocas veces se comentan los casos de control en la pareja, los casos de constante menosprecio, los casos en que se le crean complejos psicológicos a la chica para que no corte la relación...
Como decíamos al principio, la violencia de género es aquella que impacta de manera negativa su identidad y bienestar social, físico o psicológico, es decir, todo acto que coarte la libertad de otra persona y que está basado en un sentimiento de posesión y poder sobre la víctima de esta violencia. Así, y como vemos en la imagen siguiente, hay varios niveles de violencia, siendo los superiores aquellos que atentan contra la vida de la persona.
Existen multitud de formas de violencia machista, como ya vengo diciendo, pero considero necesario hacer hincapié en la importancia de reconocer las formas de violencia "de nivel bajo", aquellas que no repercuten directamente en la integridad física de la víctima pero que, debido a su uso constante y normalizado, taladran la mente de quienes la sufren y causan un daño invisible que, si no se atiende a tiempo, puede resultar toda una tortura en vida.
Es habitual considerar una agresión física como algo muy serio, y lo es, pero son menos las veces que se detecta el maltrato psicológico y aún menos las que se le pone remedio. Por suerte, las últimas campañas contra el maltrato hacen referencia a estos abusos y se empiezan a extender las charlas explicativas y la información. Sin embargo, todavía un gran porcentaje de jóvenes considera inevitable ejercer control sobre su pareja.
De esta misma manera, lacras sociales como el lenguaje sexista, por el cual se atribuyen connotaciones negativas y ofensivas a las palabras que se refieren a la mujer; el control de la figura femenina como elemento de disfrute externo y no como una característica personal; las generalizaciones arcáicas, por las cuales la mujer es incapaz de realizar "actividades de hombre" y debe limitarse a hacer "cosas de mujer"; y un sinfín de situaciones que, vengan o no de la pareja, son un tipo de violencia que no deja marcas en la piel pero dejan un sentimiento de impotencia y de dolor en un sitio que no se ve pero que se sufre a todas horas.
Para luchar contra todas estas situaciones, lo más importante es la información. Información para saber qué es violencia, cuándo la estamos ejerciendo, quién la sufre, cómo se manifiestan los efectos de esta violencia y cómo podemos ayudar a quien la padece.
Además, os recuerdo que la violencia no es subjetiva, nosotros no decidimos qué es violencia y qué no. Puede que algo que, desde tu punto de vista, es con buena intención, en realidad esté atacando a la libertad de otra persona. Así, si alguien expresa su descontento con alguna actitud de control, de lenguaje inadecuado o de cualquier otro tipo, tengamos la mente abierta para poder solucionarlo, en lugar de justificarnos.
Aun así, por supuesto, no faltará el cuñado de turno que nos recordará que los hombres también sufren la violencia de género porque ellos también son agredidos por sus parejas, también son víctimas de asesinatos perpetrados por mujeres o cualquier otro ejemplo que tengan a mano, intentando restarle importancia a algún caso de violencia machista o intentando dejar mal a alguna feminista. Ante esos casos sólo existe una respuesta posible: "Sí, los hombres son víctimas de la violencia. No, no son víctimas de la violencia de género. No existe ningún sistema de violencia estructurado en torno a que los hombres sean inferiores a la mujer o la mujer tenga más poder que el hombre." Y listo, quien quiera entender que entienda.
De esta misma manera, lacras sociales como el lenguaje sexista, por el cual se atribuyen connotaciones negativas y ofensivas a las palabras que se refieren a la mujer; el control de la figura femenina como elemento de disfrute externo y no como una característica personal; las generalizaciones arcáicas, por las cuales la mujer es incapaz de realizar "actividades de hombre" y debe limitarse a hacer "cosas de mujer"; y un sinfín de situaciones que, vengan o no de la pareja, son un tipo de violencia que no deja marcas en la piel pero dejan un sentimiento de impotencia y de dolor en un sitio que no se ve pero que se sufre a todas horas.
Para luchar contra todas estas situaciones, lo más importante es la información. Información para saber qué es violencia, cuándo la estamos ejerciendo, quién la sufre, cómo se manifiestan los efectos de esta violencia y cómo podemos ayudar a quien la padece.
Además, os recuerdo que la violencia no es subjetiva, nosotros no decidimos qué es violencia y qué no. Puede que algo que, desde tu punto de vista, es con buena intención, en realidad esté atacando a la libertad de otra persona. Así, si alguien expresa su descontento con alguna actitud de control, de lenguaje inadecuado o de cualquier otro tipo, tengamos la mente abierta para poder solucionarlo, en lugar de justificarnos.
Aun así, por supuesto, no faltará el cuñado de turno que nos recordará que los hombres también sufren la violencia de género porque ellos también son agredidos por sus parejas, también son víctimas de asesinatos perpetrados por mujeres o cualquier otro ejemplo que tengan a mano, intentando restarle importancia a algún caso de violencia machista o intentando dejar mal a alguna feminista. Ante esos casos sólo existe una respuesta posible: "Sí, los hombres son víctimas de la violencia. No, no son víctimas de la violencia de género. No existe ningún sistema de violencia estructurado en torno a que los hombres sean inferiores a la mujer o la mujer tenga más poder que el hombre." Y listo, quien quiera entender que entienda.
Recuerdo la primera vez que fui consciente de que eso existía. Pasaba por la calle con mi tía y en el hueco del garaje había una mujer en el suelo llorando, mientras un hombre gritaba. Fue... raro. No dejaba de decir que alguien tenía que abrazar a esa señora, que por qué le gritaban. Y a la vez fue como la ocasión en la que descubrí que el sexo existía. Eso es doloroso, porque era como el reconocimiento de que por fin, todo encajaba. De que esa situación era "lo natural". Sin embargo algo en mí se rebelaba contra lo que sufría esa mujer de una forma completamente contraria a como acepté la sexualidad sin darle más vuelta de hoja.
ResponderEliminarPor eso siempre supe que algo de todo eso que era considerado "lo normal" y que hacía que todo "encajara" no estaba bien. Poco a poco veo más normalización entre la juventud de diversas formas de humillación a la pareja, de control y de aceptación de todo ello y no lo entiendo.
Sigo sin entenderlo, la verdad... a pesar de haberlo sentido en mis propias carnes, eso sí que es extraño.